domingo, 23 de mayo de 2010

el razgo de las hadas

Creo que no me equivoco demasiado si juzgo como primer rasgo común que las hadas son seres femeninos. Es cierto que su naturaleza no es tan estable o tangible como la del hombre, por lo que escojo el término de “espíritu femenino para designarlas. En las hadas, a diferencia de los hombres, no podemos hablar de tamaños, edades o estatura, sino de aspecto.
Una de sus características más nombradas es la capacidad que tienen de cambiar de apariencia. Normalmente suelen elegir para presentarse la apariencia humana, y es bajo esta figura cuando protagonizan las historias de amor con mortales, aunque también pueden adoptar aspecto animal o vegetal. Las mujeres del río pueden convertirse en pez o medio-pez, las selkies en focas, o Melusina en serpiente. Otras, sin embargo, prefieren las plantas, convirtiéndose en flores y árboles.

Algunas teorías insisten en que no son ellas las que eligen poder cambiar de apariencia, sino que es nuestra mirada la que hace que las veamos de un modo u otro. No estoy de acuerdo con esta postura, puesto que si nos apoyamos en los relatos, comprobamos cómo en la mayoría de los casos son ellas las que en un momento concreto eligen su aspecto para darle una lección a los hombres o burlarse de ellos.

Relatos de distintas culturas coinciden en contar la historia de dos hermanas, una de buen corazón y otra sin sentimientos, que por cualquier motivo se ven envueltas en una aventura. Se les aparece un hada o un ser mágico y la buena reacciona de forma generosa y por ello es recompensada, mientras que la mala se muestra injusta y desprecia a este ser, siendo castigada. Uno de los autores que han tratado este tema en sus relatos fue Perrault, en su cuento Las Hadas. Su versión es una más entre las que hay, pero elijo para resumir la suya porque es la más conocida. Lo que viene a continuación es una variación mía de su relato, pero os aconsejo leer el de Perrault. Siempre hay que leer al maestro.

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